
El Parkour es una disciplina que, como tantas otras, tiene ligada a ella el término “autosuperación”, pero no hay que olvidar que la autosuperación es una actitud implícita en todas las actividades que nos rodean, ésta es sólo una pequeña parte del Parkour, no hay que basar, o no deberíamos basar, nuestro entrenamiento solamente en la autosuperación. Más allá de este término existe toda una filosofía que define el Parkour, esta disciplina tiene un valor en sí mismo, está compuesta y definida por un conjunto de principios que no se pueden obviar a la hora de su compresión. En ocasiones avanzamos demasiado rápido y olvidamos ciertos aspectos que deberíamos tener muy en cuenta en nuestro entrenamiento, el compañerismo, el respeto por nuestro cuerpo, el utilitarismo… Esta base viene de aquellos comienzos en Lisses, Evry y Sarcelles donde un grupo de 8 personas entrenaban para ser fuertes con el objetivo de ser útiles, para sí mismos y sus familias. La unidad, cooperación y compañerismo fueron la clave para alcanzar ese objetivo. De estos principios parte todo lo demás, ésta filosofía es la raíz del Parkour. Esa fue la educación que recibimos muchos de nosotros cuando comenzamos a entrenar, eso fue lo que nos llamó la atención y nos invitó a formar parte del Parkour.
Partiendo de esta estructura se puede apreciar una incongruencia en la práctica actual de nuestra disciplina. Se han dejado de lado conceptos básicos y se ha optado por el camino del ego. Hemos entrado en ese juego de la autosuperación, donde todo es válido si está justificado con el fin de autosuperarnos. En realidad no es malo hablar de limitaciones cuando está en juego nuestro bienestar físico. Las raíces del Parkour se nutren de una filosofía perspicaz que nos incita a pensar en el futuro de nuestro cuerpo. Podríamos resumir este concepto en una sola frase de Chris Rowat: “Para mí, el Parkour es una larga y valiosísima campaña, no una corta batalla épica.”
Por otro lado es comprensible que esta actitud competitiva haya encontrado un hueco en el Parkour. Nuestra disciplina es una práctica aún joven y por desarrollar, es común empezar a entrenar sin objetivos concretos cayendo así en la falsa creencia de que esto es únicamente una forma de superación personal. Para no caer en este dogma hay que saber por qué entrenamos. Una forma fácil y sencilla de dotar de un objetivo a nuestro entrenamiento es preguntarse “¿por qué entreno?”, parece algo muy simple, pero aun siendo algo tan obvio pocas personas indagan en esta cuestión. Cuando empezamos a entrenar tendemos a hacerlo sin pararnos a pensar cuál es el sentido de ese entrenamiento, simplemente salimos a calle a divertirnos y a pasar un buen rato con los amigos, cosa que no está mal, pero la diversión se acaba y nuestro cuerpo perdura. Entrenar con inteligencia es algo que nos ayudará a disfrutar del Parkour durante muchos años, aplicar este concepto a nuestro entrenamiento es algo vital a la hora de evitar una duración precoz en la disciplina.

Siendo objetivo, te digo que si tu intención es simplemente divertirte y luego pasar a otra cosa, pues adelante, disfruta y pásatelo bien, pero si de verdad quieres durar en esta disciplina te recomiendo que pises el freno y entrenes con inteligencia. Si no tenemos claro un objetivo a la hora de entrenar tenderemos a dar importancia a aspectos banales de la disciplina, poniendo en peligro nuestro cuerpo por el mero hecho de ensalzar nuestro ego. Es muy fácil dejarse llevar por el reconocimiento del esfuerzo y los logros conseguidos, pero no hay que caer en el error de valorar más el aplauso que nuestra salud, estos logros no merecen la pena si el resultado que obtenemos son lesiones, cicatrices, visitas al fisioterapeuta o dolores musculares y articulares continuos. El Parkour no se basa en quién puede saltar más lejos o más alto, no se basa en quién es capaz de progresar más rápido o mejor, el Parkour es un largo camino al autoconocimiento, un camino sin atajos.
Las raíces del Parkour se remontan a objetivos ya olvidados o más bien descatalogados, hoy en día esforzarse por ser “el mejor” es más importante que preocuparse por ser mejor persona o ayudar a tu compañero. Se ha olvidado que la filosofía del Parkour se basa en el desarrollo de personas fuertes, útiles y con una sana moral.

Los principios anticompetitivos del Parkour tienen su origen en la filosofía del Método Natural, “Ser fuerte para ser útil”, esta filosofía, hoy en día diluida, es más que necesaria. Tenerla en cuenta cuando entrenamos puede resolver muchas dudas sobre el objetivo original del Parkour, y nos puede ayudar a dar forma a nuestro entrenamiento. La “no competición” en el Parkour no solo se aplica a los eventos competitivos en los que hay un ganador y un perdedor, también está presente en nuestra actitud a la hora de entrenar y en nuestro día a día. Las comparaciones limitan nuestra progresión, adaptándola a los cánones creados a partir de idolatraciones innecesarias. Lo que diferencia al Parkour de otras disciplinas y lo hace tan especial, es que pretende desmarcarse de las imposiciones sociales que nos rodean, “tienes que ser el mejor, esfuérzate y ganarás, aspira a lo más alto…” El Parkour nos enseña a disfrutar, a compartir, a ayudar a los demás, esforzarnos, reflexionar, a conectar con nuestra naturaleza humana, a respetar el entorno y a la gente que nos rodea. Estos valores lejos de necesitar de una evolución o cambio precisan ser recordados. El utilitarismo y altruismo son herramientas que juegan un papel prioritario en la correcta evolución y difusión de nuestra disciplina.
Por desgracia la competición se ha abierto paso en la comunidad del Parkour, y no me refiero tan solo a eventos como “Red Bull Art of Motion” los cuales solo buscan un beneficio económico aprovechando el poder de captación del Parkour, sino también a esa competición disimulada que se da hoy en día, me refiero a la necesidad que se ha creado de exponer tu rostro y tu nombre ante el mundo, ya sea mediante vídeos, grupos, sponsor o eventos… No criminalizo estos aspectos, en su correcta medida pueden ser muy positivos para el Parkour, pero cada vez son más las personas que empiezan en esta disciplina con objetivos que no tienen nada que ver con ella, y esto sí que es preocupante. Hoy en día tengo la impresión de que el entrenamiento se ha convertido en una constante preocupación por lo que ha hecho y como lo ha hecho otro antes. La intención ya no es compartir ni enseñar -didácticamente hablando- ahora todo es una demostración de nuestras habilidades y del “yo más”: yo he llegado más lejos, he arriesgado más mi vida, yo soy mejor, he mejorado tu salto y lo he grabado para que quede constancia ello.
Sin darnos cuenta alimentamos esa competición constante entre nosotros, y muchos dirán que no es competición, que es autosuperación. En ciertos casos puede ser, pero… ¿A quién queremos engañar? La autosuperación se ha convertido en la excusa perfecta para disfrazar el ego en el Parkour, y si no entrenamos con cabeza en vez de dar un paso más hacia el progreso lo estaremos dando hacia la autodestrucción de nuestro cuerpo y disciplina.
Cuando alabamos a esa persona que no rueda en los “fondos” en los que cualquier persona cuerda lo haría, o cuando creamos figuras, atletas de élite, personas superiores a los demás, estamos apoyando esa actitud competitiva que tanto daño hace. ¿No sería mejor volver a esos tiempos en los que todos éramos iguales? ¿No sería mejor volver a sentir esa sensación de compañerismo e igualdad al conocer a otra persona que hace Parkour? ¿No estaría bien volver a esos días en los que era más importante entrenar y disfrutar? Yo echo de menos esos días, aquellos días en los que no existían comparaciones odiosas, en los que todos pertenecíamos a una misma comunidad y en los que no era necesario demostrar lo que sabes hacer para ser aceptado.
Siendo positivo, he de decir que aquellos días viven en mí y muchos compañeros que me han acompañado en el camino del Parkour. Para mí esas cosas no han cambiado ni cambiarán, y siempre que pueda daré a conocer las raíces del Parkour, su filosofía e historia, sus valores y principios. Ser y Durar.
Artículo escrito por Javier Alarcón